lunes, febrero 17

Dublín, una musa literaria

[…] la mayoría de veces toda musa requiere la nostalgia de la lejanía para surtir su magia […]

En esa articulación del pasado y el porvenir, con la cual el presente se mueve a sus anchas, existen ciudades como Dublín, capital de Irlanda, donde cada pedazo, esquina y calle de su trazado forman parte visible no solo de su historia, sino de su literatura, cultura y civilización.

Desde su fundación por los vikingos, sin fecha exacta, en el siglo IX, antecedida por miles de años de ocupación humana, su alma antigua flota hacia la eternidad, como las aguas de su río Liffey a su bahía, con gran elocuencia dado su milenario entorno social y cultural.

Con esa misma magia sugestiva llena de imaginación, poetas, dramaturgos y novelistas dublineses como Samuel Beckett, W.B. Yeats, George B. Shaw, Oscar Wilde, James Joyce y muchos otros más usaron el lenguaje de la literatura para identificarse con su ciudad y sus ciudadanos, a veces tomando la forma de un espejo que los refleja tal y como son; en otras cual mitologías alegóricas o simbólicas que los adentran a ese mundo literario donde todo se disuelve en una realidad ficticia, que Aristóteles tilda de efemérides universales.

Cuando una ciudad como Dublín se convierte en una viva memoria de alusiones literarias, repleta de simbolismos históricos y culturales como en la novela Ulises de James Joyce que, a pesar de su referencia homérica, tiene mucho más que ver con sus obras previas Dublineses y Retrato del artista joven vemos claramente que Dublín forma el material de estos libros, más como protagonista que como trasfondo.

En Irlanda, económicamente dejada atrás durante siglos por la dominación inglesa de su territorio, su singular protagonismo literario formó parte importante del nacionalismo irlandés y de su orgullo céltico, convirtiendo a sus escritores en gigantes de la literatura inglesa y universal.

Esa visión intelectual y emocional de la literatura irlandesa, tiene su propia realidad, pues trasciende lo estrictamente lógico y verdadero de la vida por esos lares, usando la imaginación esperanzadora de sus escritores para crear ilusiones literarias; más aún, todos ellos utilizando lo corriente y mundano de Dublín como su musa ideal.

Además, la inspiración que Dublín provoca, cual una de las nueve musas de la mitología griega, también guarda relación con la mitología politeísta celta que antiguamente prevaleció allí antes del cristianismo que la sustituyó, pero conservada en la literatura medieval irlandesa como orígen de los irlandeses o como epopeya de sus héroes. Su personaje más conocido es El Leprechaun, uno de esos emblemáticos zapateros enanitos vestidos de verde que disfrutan realizando travesuras, muy apreciados por ser custodios de vasijas de barro llenas de oro, que solo ellos saben dónde encontrar debajo de un arcoíris.

Ese poder creador de las musas, sean de la mitología griega o contemporáneas como Dublín, nos lleva a la relación que existe entre las artes y la vida de sus creadores. En el caso de la literatura irlandesa, esa relación tiene mucho que ver con la visión que cada escritor tiene de la realidad dublinesa, por ser musa en el uso de su imaginación para crear ilusiones, como mencioné previamente.

Lo curioso es que la mayoría de veces toda musa requiere la nostalgia de la lejanía para surtir su magia por ejemplo el poema Patria de Ricardo Miró escrito en Barcelona (España), recordando, a miles de kilómetros de distancia, el “cantar y sollozar” de las campanas de nuestra catedral metropolitana; o el bello poema Al Cerro Ancón “mudo atalaya del tranquilo mar” de Amelia Denis de Icaza, compuesto en el exilo en León (Nicaragua).

Esa nostalgia lejana, en Dublín se dramatiza e intensifica más, porque es una ciudad inglesa e irlandesa a la vez, dicotomía que le da una ambigüedad bastante paradójica a su presencia: su realidad nacionalista es también su irrealidad colonialista, contradicción que alimenta poéticamente a sus escritores, como distorsión de su realidad histórica.

En palabras de Oscar Wilde, para explicar la relación que existe entre el arte y la vida, siempre hay que recordar que “el arte inspira a la vida, la vida imita el arte” cual musa dublinesa.

Exdiplomático