Felipe González y Alfonso Guerra protagonizaron este miércoles un acto en Madrid. Según a quién se le pregunte, la convocatoria tuvo mucha o ninguna trascendencia política. El día antes, desde Nueva York, donde participa en la Asamblea General de la ONU, Pedro Sánchez había dicho que las recientes palabras del expresidente y el exvicepresidente del Gobierno en contra de la amnistía del ‘procés’ tenían una influencia nula sobre la militancia del PSOE y sus simpatizantes. Puede que el líder socialista esté en lo cierto, pero la cita, en la que se presentaron unas memorias de Guerra (‘La rosa y las espinas’, de la editorial La Esfera), suscitó un enorme interés entre las fuerzas vivas del partido contrarias a la negociación con Junts per Catalunya para lograr la investidura.
“No puede haber amnistía. No podemos dejarnos chantajear por nadie”, señala el expresidente del Gobierno
Ahí, en el Ateneo de la capital, estaban el presidente de Castilla-la Mancha, Emiliano García-Page, y el expresidente de Aragón, Javier Lambán. Antiguos dirigentes defenestrados por el presidente en funciones, como Tomás Gómez, que fue líder del PSM. Y multitud de exministros de la larga era de González en la Moncloa. La media de edad era elevada. No hubo ningún miembro de la actual dirección socialista.
“Habéis venido aquí con una expectación que no sé si vamos a cumplir. Esto es la presentación de un libro, ¿lo sabéis? Porque parece que hubiera algo más”, dijo Guerra a los presentes. Pero el libro fue lo de menos. Hubo «algo más».
Gonzalez y Guerra, que llevaban años distanciados y ahora han vuelto a juntarse, en parte gracias a su rechazo a la política territorial desplegada por Sánchez, coinciden en tres cosas fundamentales. La amnistía, dijeron ambos, es “inconstitucional”. El PSOE y el PP, coincidieron, deben “ponerse de acuerdo”. Y la tercera: no son ellos quienes han cambiado de posición, sino Sánchez.
“Yo defiendo lo que decía mi secretario general, pero resulta que es el otro el que ha cambiado. No solo defiende una cosa diferente, sino contraria”, dijo Guerra, que recordó que sigue estando de contra, como en algún momento lo estuvo Sánchez, de la coalición con Podemos y los indultos a los líderes independentistas. “Yo no he sido desleal, disidente. Más bien ha sido disidente el otro, que va cambiando”, señaló.
“La paradoja que vivimos es que defendemos las posiciones del partido. Estamos apoyando al PSOE”, añadió después González, cuyas críticas a la amnistía y a Sánchez fueron menos frontales que las de su antiguo número dos. Al fin y al cabo, argumentó, el actual líder socialista aún no ha dicho de momento hasta dónde está dispuesto a llegar en el carpetazo judicial al ‘procés’. Pero González, que al igual que Guerra no pidió el voto para el PSOE en la reciente campaña de las generales, tiene claro que la amnistía no es aceptable en ningún caso, porque “hace desaparecer el delito, borra el delito, de forma que lo que hizo el delincuente es lo que queda como legítimamente hecho y quienes estuvieron en contra quedan como represores”. Es más, continuó, la medida de gracia también podría tener como consecuencia que los independentistas catalanes “digan que no necesitan hacer un referéndum, porque ya lo hicieron y ha sido legitimado”.
“No puede haber amnistía porque no cabe en la Constitución y políticamente no es aceptable -concluyó el expresidente del Gobierno-. No podemos dejarnos chantajear por nadie”. Grandes aplausos.
El referéndum
El público había mostrado aún más entusiasmo justo antes con Guerra. El exvicepresidente no solo no dudó de que Sánchez estaba dispuesto a conceder una amnistía, sino que también dio por bueno que estuviera negociando un referéndum de autodeterminación con Junts, algo que los colaboradores del líder socialista desmienten con rotundidad.
“Se habla de una amnistía y de la posible convocatoria de un referéndum secesionista -dijo-. La amnistía significa la humillación deliberada de la generación de la Transición (…) Tras el indulto, llegó la desaparición de la sedición. Y ahora la amnistía, que es la desaparición de la responsabilidad por lo que hicieron. Es decir, que no delinquieron, que fueron justos. La amnistía convierte en represores a los demócratas y presenta como demócratas a los felones que atentaron contra la democracia”.
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Guerra incluso se detuvo en lo que había ocurrido el día anterior en el Congreso, que dio el primer paso para la utilización sin límites del catalán, el euskera y el gallego en esa Cámara. Cuando lo hizo, fue para desplegar la falsa tesis, habitualmente abanderada por la derecha, de que en las escuelas de Catalunya se prohíbe hablar en castellano a los niños cuando juegan en el patio. “Hay mucha prisa para que se hable catalán en el Congreso, pero los niños en Catalunya no pueden hablar castellano ni en el recreo. Tienen inspectores que se lo impiden”, dijo. Más aplausos.
“Esta situación”, terminó Guerra, en referencia a lo que está ocurriendo en el PSOE, “no durará, no puede durar, porque la libertad y la democracia anidan en el corazón de muchos socialistas”. Aquello sonó un poco a amenaza. O a llamamiento a la rebelión. Pero Sánchez asegura estar tranquilo.