Jordi Cañas (Barcelona, 1969) es el actual portavoz nacional de Ciudadanos, un partido con serios problemas para sobrevivir. También es eurodiputado y quiere volver al cargo entre las elecciones europeas de junio. Durante la charla se habló de la crisis de CS, de su paso en la política catalana -que se produjo en 2014, cuando fue acusado de fraude fiscal, lo que fue cuatro años después- y de su estilo vehemente.
Lo que veo es que no he conseguido el objetivo que decidí adoptar después de ver que era posible. El partido nació en Cataluña sin etiquetas, cuando el tripartito copió los vicios peores del pujolismo. ¿Dónde nos encontramos ahora en el espectro político? Me definiré como socioliberal o liberal-progresista. Creo que ha quedado demostrado que, en algún momento, el proyecto se separó del espacio de reunión para construir una alternativa que fuera capaz de competir con los grandes partidos. Cuando nacimos, fue para dotar a España de un partido grande que impidiera que los grandes partidos intentaran negociar con los nacionalistas.
¿Cree que Cs sigue siendo un proyecto útil? ¿Como bisagra?
Absolutamente útil. El concepto de bisagra a mí no me gusta. A mí no me gusta estar en el centro. Nosotros defendemos un proyecto que es liberal, progresista, que cree en la libertad de mercado, en la igualdad de derechos. Y hemos sido capaces de tejer alternativas, propuestas, leyes y después llevarlas a cabo cuando hemos estado en el poder. En Andalucía, es Ciudadanos quien hace el gran cambio.
Pero siempre se han escorado hacia el PP.
Eso fue por aquellas decisiones políticas de las que yo no estaba a favor. Se decidió ser la alternativa al PP. A mí entonces no me gustó aquel pacto frustrado con Pedro Sánchez.
¿Por qué?
Nunca he creído que las cosas rápidas sean buenas. Hay que tener paciencia. Lo que crece muy rápido, o es efímero o es un tumor maligno. Pero también digo otra cosa: el modelo de asalto a los cielos también funciona. Y bueno, aunque yo no compartiera aquello lo hago mío, y nos quedamos muy cerca. España podría tener un partido liberal como los partidos europeos; no pudo ser. El resultado de eso ha sido que no hemos conseguido ser alternativa y hemos desdibujado nuestro rol.
Lo que crece muy rápido, o es efímero o es un tumor
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¿Ve la situación actual, con la amnistía en primer plano, como una oportunidad para Cs?
Ahora tenemos la experiencia y el capital, pero no tenemos la novedad. Y como en todo en la vida, la novedad es importante. Al final vivimos nuestro momento histórico. Pero Cs es necesario porque, al final, los dos grandes partidos han vuelto a ejercer el poder como un sustantivo, y no como un verbo: quieren el poder no para transformar las cosas, sino para seguir en el poder.
O sea, no cree que la amnistía vaya a servir para reforzar la convivencia.
Es tan obvio que no voy a entrar en ese marco. Uno puede ser creyente de lo que quiera, pero el cambio en las declaraciones sobre la amnistía solo puede ser por interés político. Los motivos expuestos para la amnistía son simple y llanamente falsos; Sánchez la quiere por siete votos para convertirse en presidente. Si no los hubiera necesitado, no habría habido amnistía. Y eso es políticamente legítimo. Pero tiene un coste social. Sánchez es una persona sin atributos morales.
¿Para qué quiere volver a ser eurodiputado? ¿De qué está más orgulloso de su trabajo en esta legislatura?
En Bruselas he visto lo que es hacer política: conseguir cosas, influir. Por ejemplo, yo considero que he sido un factor clave para que la democracia triunfase en Guatemala. Gracias a mí, entre otros, la democracia triunfa en Guatemala. Era el jefe de la misión de observación electoral, dirigía a más de 120 personas. Nuestro rol fue fundamental en la política guatemalteca. Hicimos un trabajo increíble, aunque aquí no llegó nada de todo eso. También informes electorales en Venezuela, en México… Cuando estaba en el Parlament, por ejemplo, nuestro trabajo era útil porque representábamos a ciudadanos ignorados o despreciados, y era suficiente, pero nunca se tenía nada en cuenta de lo que proponíamos, no se usaba nada nunca. En Europa sí.
He sido un factor clave para que la democracia triunfase en Guatemala
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¿Qué queda del vehemente Jordi Cañas que sorprendió al Parlament en 2010? ¿De esos discursos que para los independentistas eran chulescos?
A ver, quiero entrar ahí. ¿Sabe por qué eran chulescos? Porque no soportaban que el servicio les llevara la contraria. Yo soy muy buen orador, he leído a Kierkegaard. Y sé usar un registro político, pero sé hablar claro y que se entienda. Y hacer un discurso nutrido de cultura popular y de contenido: no pedía ni perdón ni permiso. Eso te convertía en un macarra chulo. Eran muy ignorantes, y estoy hablando de un momento en que aún te podías cruzar con Mas-Colell. A mí no me contestaba porque no le gustaba lo que le decía, porque no le gustaba que yo que le hablara en castellano, porque era hijo de unas personas que vinieron del resto de España con una maleta de cartón. Mi abuelo no era franquista, ni mi padre era franquista ni rico, sino que vivíamos en el Carmel.
¿Qué le molestó más de aquella época?
Me hicieron muchas campañas, pero fue terrible cuando me llamaron borracho. Fue el día que yo le dije a Albert Rivera que no iba a seguir de diputado, cuando nos llegó la notificación [de la acusación por fraude fiscal]. Sabía que sería mi último discurso en el Parlamento. Y fui a encontrarme con Albert y Carlos Carrizosa y tomé un poco de agua con gas. Estaba destruido porque no estaba rompiendo con su carrera política, iba por un camino oscuro, donde no sabía cómo podía hacerlo. Y por eso no lo noté, y era un poco más grande de lo habitual. Por la noche, en casa, mis padres me llaman y me dicen: ‘Jordi, ¿a dónde fue? Dicen que era borracho’. Esta es Catalunya viscosa al chapapote moral y ético, al juego jugoso. Me dijo que era un gran orador, y fue un gran orador en el Parlament, y esto es un reflejo de esa Cataluña que odia a la otra mitad.
¿Le gustaría que dentro de poco gobernase el PSC?
No, no. Cuando Illa dice que hay que pasar página yo digo que hay que cerrar este libro y abrir uno nuevo, porque quiere pasar página hacia atrás, hacia el tripartito, y no quiero volver allí. Porque el tripartito es el origen de todo: a Maragall lee dio por intentar suplantar al pujolismo desde el PSC. La única forma de que cambie es que gobiernen los que nunca han gobernado.
¿Tiene relación con Rivera o con Inés Arrimadas?
No. Con Albert nunca fuimos amigos, éramos compañeros, nos respetábamos mucho, nos queríamos. Nos vemos y nos abrazamos, lo quiero mucho. Con Arrimadas algo más, pero ella se fue a Madrid, yo a Bruselas… No era fácil mantener esa relación. Pero yo a los dos los quiero mucho. Para mí ha sido un honor ser su compañero político. Ojalá pudiésemos estar más cerca, vernos más. Pero cada uno vive su vida, y la mía está centrada en intentar que Ciudadanos vuelva a ser ese partido que significó la esperanza para una mayoría, incluso los que no nos votaban.