La ejecutiva de Junts per Catalunya (JxCat) del jueves decidió en Altafulla crear un secretariado reducido. Confirmaba así que Puigdemont será quien tome la decisión final sobre la investidura. Y el de Waterloo aseguró que todavía no ha habido negociaciones sino diálogo y que de su resultado dependerá que se negocie la investidura.
Me llama una exdiputada socialista no catalana: “¿Pero que es realmente Junts y qué hará?». Es, simplificando, una extraña amalgama de políticos de la antigua CDC (Turull, secretario general, y otros menos definidos como Xavier Trias) con independentistas maximalistas unidos por la furia contra Madrid… y contra ERC. Pero quien toma las decisiones -cuando quiere- es Puigdemont, que ha apoyado a los irreductibles para que los ‘realistas’ no pudieran negociar sin su permiso.
¿Qué dirá Puigdemont el martes? Expondrá una posición de máximos para abrir negociaciones tras el 11 de septiembre (para evitar choques con la radical ANC), el 19 de septiembre (Sánchez deberá retratarse sobre el uso del catalán en el Parlamento europeo), y el previsible fracaso de la investidura de Feijóo.
Entonces Sánchez y Puigdemont quedarán frente a frente con la compañía más o menos cómoda y por este orden de Bildu (ya ha dicho que sí), Sumar (necesita marcar perfil), el PNV y la inquieta ERC. Puigdemont no ha tenido un éxito (ha pasado de 8 a 7 diputados), pero ERC ha perdido 6 (de 13 a 7) y la CUP los 2 que tenía. Ahora el independentismo tiene 14 escaños frente a 23 la pasada legislatura cuando Catalunya elige 48. Y el PSC luce 19, más que JxCat y ERC juntos.
Lo lógico y sensato sería que antes del 17 de noviembre hubiera un acuerdo de investidura, pero en política las emociones pesa mucho y tampoco se puede descartar que al final el líder de Junts se incline por repetir elecciones
Pero a Puigdemont le ha tocado la lotería porque sus 7 diputados son imprescindibles (aunque sea con una abstención) para que Sánchez, con los 172 del Frankenstein anterior, sea investido. Una carambola ha hecho a Puigdemont el rey del mambo, salvo que sus exigencias hagan que Sánchez se resigne a la repetición electoral. ¿Qué hará al final Puigdemont? Nadie lo puede asegurar y hasta el 17 de noviembre (fecha límite) queda mucho. Pero creo que su historia reciente puede ayudar a situarle.
1. Puigdemont es un radical pero también un político calculador. En 2017 quería convocar elecciones (sabía que la declaración unilateral fracasaría), pero no lo hizo por miedo a perder las elecciones ante una ERC que le acusaría de cobarde. Y ha pagado por ello.
2. Tras las elecciones catalanas de 2021 sabía que debían votar la investidura de Aragonès (ERC había ganado), pero era reticente a entrar en el Govern. Fue Jordi Sànchez, entonces secretario general de Junts, el que pactó.
3. Puigdemont consintió, pero progresivamente concluyó que debían abandonar el Govern, pese a perder cargos y dinero, para poder marcar una política distinta a la de ERC. Primero se eliminó a Jordi Sànchez y luego Albert Batet, el portavoz parlamentario, chocó con Aragonès. ERC cayó en la provocación y los echó a gusto del Govern. Pero quizás no midió todas las consecuencias.
4. La operación Trias (un moderado) fue diseñada por Puigdemont para tener los más votos posibles (incluso de la derecha anti-Colau) y quedar delante de ERC en las municipales de Barcelona. Lo logró (11 concejales contra 5) y si Trias no es alcalde solo se debe a que Collboni fue más listo, tozudo… y tuvo suerte.
5. Pero el objetivo, batir a ERC para luego quedar primeros en las legislativas y que Sánchez debiera negociar con Waterloo (y menos con ERC) avanzó.
6. Al final JxCat y ERC han empatado a 7 diputados, pero ERC ha perdido más que JxCat y la carambola ha convertido a Puigdemont (sus 7 diputados son necesarios) en el rey del mambo.
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7. Puigdemont jugará fuerte y su fuerza es que puede decir ‘no’. Lo lógico y sensato sería que pusiera condiciones duras -que Sánchez pudiera tragar- e intentar así mangonear en Catalunya (pese a que el PSC tiene más diputados en el Parlamento catalán y el español) y en la propia capital. Pero en política las emociones y otras cosas pesan mucho y Puigdemont puede acabar inclinándose a repetir elecciones por tres razones: no romper con la base independentista más radicalizada, lograr así derrotar a Junqueras en la guerra interna y atraer el foco europeo e internacional poniendo a España en una posición más delicada.
Quizás hoy ni él mismo sepa su decisión final.