La difícil convivencia entre los socios de Gobierno se ha traducido en una crisis soterrada y permanente desde el mismo alumbramiento de la coalición. Un pulso que ha derivado en distintos choques en lo que va de legislatura y que a día de hoy se hace aún más evidente, a las puertas de la campaña para las elecciones europeas del 9 de junio, que servirá como termómetro para la izquierda. Una cita especialmente relevante para Sumar, que medirá su fuerza frente a Podemos, y para el PSOE, que busca recortar posiciones al PP y aglutinar el voto progresista con la esperanza de la «movilización social» agitada por el presidente, Pedro Sánchez, tras sus días de reflexión.
Las tensiones entre el PSOE y Sumar comenzaron en enero, al poco de constituirse el Ejecutivo, con la crisis de los decretos. Yolanda Díaz percibió entonces por primera vez un intento de los socialistas por orillarla y restarle protagonismo, al ver caer su decreto sobre los subsidios -hoy pactado con sindicatos- mientras el PSOE lograba aprobar los suyos con contrapartidas que poco tenían que ver con la materia a negociar. Y aunque las fricciones se han multiplicado en los últimos meses, la precampaña de las europeas ha elevado aún más la tensión en el seno de la coalición.
Las dificultades de Sumar a la hora de capitalizar su gestión y adoptar banderas claras dentro del Gobierno les está pasando factura, dejándoles como una fuerza desdibujada frente a un PSOE en pleno rearme. En la coalición de izquierdas hay quien considera que esto se debe, en gran medida, al concepto de «lealtad mal entendida» hacia Pedro Sánchez por parte de Díaz.
La líder de Sumar, apuntan fuentes próximas, evita en público mantener un tono duro hacia su socio de Gobierno, en línea con su apuesta por «evitar el ruido». Pero de puertas para adentro la relación es extremadamente difícil entre la vicepresidenta segunda y los ministros socialistas. Si en la anterior legislatura era la exministra de Economía, Nadia Calviño, el gran personaje antagónico a Díaz, en estos meses la dirigente gallega ha logrado despertar aversión en otras figuras de peso en el PSOE, como Félix Bolaños o la vicepresidenta María Jesús Montero, con quien guardaba buena relación la anterior legislatura, señalan fuentes de la coalición de izquierdas.
Marcar distancias
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Conscientes de la situación, en Sumar llevan semanas empleados en marcar más distancias con los socialistas para exhibir posiciones propias y evitar una fuga de voto al PSOE. Esta última semana sacaron a primera plana el debate sobre la tauromaquia y el bienestar animal, a cuenta de la decisión unilateral de Ernest Urtasun de eliminar el Premio Nacional de Tauromaquia, con el objetivo de evidenciar las diferencias existentes en el PSOE en esta materia.
Yolanda Díaz también intentó sin éxito marcar los tiempos al presidente y exigió el reconocimiento del estado palestino en el Consejo de Ministros de este martes, cuando su petición fue de nuevo desoída. A esto se suma el viaje que anunció a Palestina en febrero que fue desautorizado y que sigue sin fecha, o la petición de una reunión para revisar la coalición que tres meses después sigue sin tener respuesta por parte del PSOE.
En los últimos días, al albur de la precampaña electoral y tras los órdagos fallidos de Díaz, los ministerios de Sumar han tomado el relevo de la iniciativa, y este mismo miércoles el ministro de Derechos Sociales Pablo Bustinduy lanzaba en solitario una iniciativa para señalar la responsabilidad de las empresas españolas instaladas en Israel ante el «genocidio» sobre el pueblo palestino. Una manera de emplear la posición institucional para abanderar la causa palestina, hoy en disputa entre Sumar y PSOE, que generó el rechazo de Moncloa.
Pero más allá de las relaciones personales y políticas, que han adquirido complejidad conforme avanzaba la legislatura, el telón de fondo es la disputa por el electorado progresista, con un PSOE que busca aumentar su ventaja y volver a recuperar el voto que en su día se fue a la izquierda alternativa. El efecto que tendrá el amago de retirada de Sánchez en el electorado está aún por ver, pero en Cataluña, los Comunes admiten ya la posibilidad de que se produzca «un efecto de concentración del voto en el PSOE«. Un efecto que, recelan, puede ser «buscado» por las filas socialistas.
Voto joven
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El PSOE llegó a la conclusión tras las elecciones gallegas y vascas que no estaba canalizando el voto que perdía el espacio a su izquierda. Con los análisis postelectorales en la mano, el trasvase de Podemos y Sumar fue a parar principalmente a BNG, en el caso de las gallegas, y a EH Bildu, en las vascas. Asimismo, en Ferraz se concluyó que se está produciendo una “modificación del comportamiento de la gente joven” que no están sabiendo captar, con los nuevos votantes reacios a escoger su papeleta. Todo lo contrario a lo que ocurrió en las pasadas elecciones generales, donde los socialistas fueron primera fuerza entre los jóvenes. De ahí que de cara a las europeas se hayan marcado como objetivo “cristalizar” a este electorado y “aglutinar” voto progresista.
En esta búsqueda del voto joven, la cuestión palestina adquiere especial relevancia, con las crecientes movilizaciones universitarias en apoyo a Palestina frente a Israel, y en medio de las tensiones entre PSOE y Sumar por capitalizar esta bandera.
En este objetivo la candidatura de la vicepresidenta de Transición Ecológica, Teresa Ribera, también busca entre otras cuestiones lanzarse a por el flanco del voto verde, más tendente entre las nuevas generaciones. El fantasma de la desmovilización es otro de los elementos que se buscan aplacar. En este sentido, Pedro Sánchez llamó a movilizarse a la “mayoría social” tras su anuncio de seguir al frente del Gobierno.
“Pongamos fin a este fango de la única manera posible: mediante el rechazo colectivo, sereno, democrático, más allá de las siglas y de las ideologías, que yo me comprometo a liderar con firmeza como presidente del Gobierno de España”, concluyó su declaración institucional después de cinco días encerrado para valorar su renuncia. Una llamada a todo el arco progresista que en periodo electoral parece más una llamada al voto útil para atraer apoyos del espacio a su izquierda.
«Aglutinar» el voto
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Con las urnas y las encuestas empujando a la baja a Sumar, el PSOE busca aglutinar la mayor parte del voto progresista de cara a las europeas. Unos comicios que el PP enfoca como una segunda vuelta, a modo de plebiscito sobre la ley de amnistía y las alianzas parlamentarias de Sánchez. Los socialistas se juegan en buena medida darle la vuelta a su cuestionada hoja de ruta y legitimar su acción de gobierno para el resto de la legislatura.
Ferraz y Moncloa tienen diferentes lecturas el debate sobre la apelación al voto útil. En el Gobierno apuestan más por modularla, conscientes de que en un contexto de política de bloques necesitan un espacio fuerte a su izquierda. En la dirección del partido calculan que existe una bolsa de votantes de izquierda de alrededor un millón de electores que nunca elegirían su papeleta, pero alertan del riesgo de que no se movilicen y, por tanto, no se transformen en representación institucional. Algo que achacan a la fragmentación de este espacio, de la que culpan directamente a Díaz por no saber mantenerlo unido, tras la ruptura con Podemos y las disputas abiertas con el resto de formaciones.
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De cara a las europeas, con circunscripción única, preocupa menos esta división, pero los socialistas ya invitaron a Sumar a hacer un “análisis” después del actual ciclo electoral. “La división nos va mal a todos, es algo empírico”, explican en la sede federal mientras se despliega una estrategia para intentar captar voto a su izquierda.